en el blog

El viaje interior en la crianza

El viaje interior en la crianza

En la biografía de cualquier persona adulta hay una mezcla de momentos alegres y momentos dolorosos. Gran parte de nuestra tarea consiste en aprender a danzar entre estas dos polaridades.

Las memorias emocionales de todas estas vivencias configuran el contenido de nuestro corazón, y cuando acompañamos a una criatura activamos involuntariamente todo ese bagaje de memorias emocionales y terminamos mezclándolas en el día a día de la crianza: en la manera en cómo ponemos límites, en la paciencia que tenemos, en aquello que nos activa la rabia o el rechazo, etc.

La relación tan directa que existe entre mi mundo emocional y la actitud que tengo en la crianza hace imprescindible que para acompañar conscientemente a una criatura tenga que acompañarme conscientemente a mí. 

Esta exploración hacia adentro para atender las propias emociones me invita a construir una actitud consciente para estar en presencia en el proceso de crianza.

A veces, cuando una madre o padre viene a mi consulta y me comenta que no soporta un comportamiento de su criatura yo suelo preguntar si él mismo se siente reflejado en este comportamiento. La mayoría de veces la respuesta es: «sí, yo SOY igual que ella, y me da mucha rabia ver esa parte de mí misma en ella».

El estado de presencia no sólo implica estar en cuerpo presente para mi criatura, sino también poder ver aquello que me está mostrando, desvinculándolo de mi emoción, sin tomármelo como algo personal y reconociéndolo como una conducta lícita que tan solo tengo que acompañar para que poco a poco se autorregule.

Tomarnos como personal un comportamiento de nuestra criatura es un nudo que se puede desenredar, por supuesto, pero necesitamos una buena dosis de trabajo interno.

Una segunda pregunta que hago en la consulta ante este tipo de situaciones es ¿cuando eras pequeña, a tus padres también les molestaba esta actitud? ¿Como te trataban cuando la manifestabas?

Y la última, casi más importante es: Y hoy en día, ¿cómo te tratas tu misma conviviendo con esta conducta? ¿Te tratas con buenas palabras sin juicios?

Es fácil deducir que si estamos internamente en guerra con el mismo rasgo de carácter que nos muestra nuestra criatura nos sea profundamente complicado acompañarla con una actitud libre de juicios y emociones viscerales. Nuestra guerra interna es proporcional a la magnitud de la guerra externa que ejercemos hacia nuestras criaturas.

Esta relación tan directa es la que hace imprescindible estar en constante «mirada hacia adentro» cuando acompañamos a nuestros hijos e hijas, y lo cierto es que afloran grandes tesoros cuando gestamos ese compromiso con nosotras mismas.

El viaje interno es aquel en el que me escucho y me acompaño para poder escuchar y acompañar. Y este acto es un regalo que ofrecemos a nuestras criaturas y también a nosotras mismas.

Estar dispuestas a comprometernos en esta actitud de constante revisión interna es la brújula que poco a poco vamos calibrando para dirigir a buen puerto el barco familiar en ese viaje tan bello y complejo de la crianza.

Elisenda Roig Psicologa
comparte este artículo: